martes, 26 de febrero de 2013

En torno a la tragedia de Once

Nombrar a un hecho "accidente",  o "masacre" cambia radicalmente su significación. Lucas Carrasco prefiere "tragedia" y desarrolla por ese carril su argumentación
Los responsables políticos tienen la obligación de trabajar sobre lo reparable. La década K tiene una falta vigente en lo referido a la política de los ferrocarriles, publica Diario Crónica.
Por Lucas Carrasco
Los tribunales, esperemos que no a su manera sino ajustados a la ley, deberán encontrar y castigar a los responsables directos e intelectuales de la tragedia de Once. Los familiares de las víctimas, protagonistas no deseados y también víctimas ellos, saben por la memoria histórica que se debe decir que creen en la justicia (así se hacen llamar, tan cándidas, sus señorías desde su arrogancia e impunidad), pero también que deberán movilizarse activamente para presionar, de mínima, para que el juez de la causa concurra a su despacho. A trabajar.
La mayoría de las víctimas -el azar, acusado por los responsables gubernamentales, convengamos que es bastante clasista y racista- emprenderán un desgastante recorrido de estudiados latinazgos simplotes que buscan, justamente, desgastarlos. Las familias con dinero no penan lo que el resto de la sociedad en Tribunales.
Además, las familias con dinero no penan en los tribunales penales, por ejemplo, dado que el Código Penal no fue pensado contra ellos sino para ellos, y el Código Civil, en cambio, fue pensado para que los ricos y sus empleados, como los jueces, resuelvan sus cuitas internas y sucesorias, generalmente, problemas de familia.
Los responsables políticos, por otra parte, tienen la obligación de trabajar sobre lo reparable. De cambiar las condiciones de posibilidad de lo irreparable, que es la muerte. De achicar el margen de azar.
En las películas policiales yanquis, también en su literatura, importan más que las víctimas -ni que hablar de sus familiares- los asesinos. Y más que los homicidas materiales, los ejecutores, sus autores intelectuales. Es exactamente lo contrario de la tradición -saliendo del terreno de la ficción hacia lo real, lo doloroso-, exactamente lo contrario de la larga marcha de los familiares de las víctimas de tragedias en la Argentina. Las víctimas, sus familiares luchando por justicia, tienen una historia que honra y habla bien de nuestro país.
Volvamos a los trenes. Algo, muy poco, se ha hecho. Se cambió de concesionario pero no de modelo de concesionario. En la historia del peronismo los trenes tienen también un largo recorrido, que incluyen su estatización y su privatización. La década K tiene una falta vigente en la política ferroviaria, pero si se revisa su accionar con otras empresas privatizadas, desde las primeras estatizaciones, que fueron las de Correo Argentino en manos de Macri y el agua metropolitana en manos de los franceses, el saldo es más que bueno.
En los casos estratégicos, como Aerolíneas Argentinas e YPF, se comenzó cambiando también de concesionario hasta que esa política se agotó y hubo que cambiar el modelo de concesión. La historia es conocida y desemboca en la estatización. De manera que pueden tenerse esperanzas de un cambio de raíz, más radical; a pesar de la corrupción, que debe investigarse (pero es necesario cambiar el Poder Tribunal, el más corrupto y encargado de investigar la corrupción) y sancionarse, más vale.
A pesar del cualunquismo periodístico que encuentra en la corrupción su contrase- ña de escape del problema real, que a veces no entiende; otras veces, se hacen los distraídos porque de esos empresarios truchos cobran el sueldo.
En las empresas periodísticas también hay un modelo concesionario de la verdad, por llamarla de algún modo. Esa verdad incluye que es mejor transportar el “ganado” que va del conurbano a la Capital a hacer los peores trabajos y en las peores condiciones, transportarlo como sea, pero que sea barato. Así los empleadores no pagan mejores sueldos, ni los trabajadores se mudan, y la riqueza se concentra en alrededores del puerto. De la misma manera que desembocan en el puerto los trenes cargados de granos.
En varias provincias han vuelto los trenes. De a poco. Demasiado de a poco. La dirigencia opositora, que a veces parecen cinco páginas de Internet y muchas gracias, no propone con consistencia nada mejor que bregar por la moral y las buenas costumbres. Dentro del kirchnerismo, ni Ricardo Jaime ni Juan Pablo Schiavi concentran una sola adhesión, más bien al contrario. Y se puede discutir la raíz de los problemas. Con la discusión no alcanza, más vale. Pero es un paso imprescindible para crear conciencia y encontrar alternativas. Y eso está pendiente.

Diario Crónica de CA Bs As
(Ficha: aliada al sidicalismo vandorista)
Fué publicado el domingo 24 de febrero en la edición impresa.

http://www.cronica.com.ar/diario/2013/02/24/42727-en-torno-de-la-tragedia-de-once.html

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