acerca de las internas de agosto (visión de extramuros)

Mientras buena parte del sistema político argento dice que las internas son una trampa y los jueces electorales (que ya no hacen más los padrones) hacen reparos y aseguran que no se llega a la fecha, nosotros leemos una nota situada en la España de 2008

Primarias y aparatismo
A la gente le gustan las primarias por la misma razón que los partidos las temen: porque les restan poder a los dirigentes de aparato. La partitocracia, que es el cauce esencial de participación democrática, se ha convertido en un secuestro de la voluntad ciudadana por unas estructuras cerradas de poder interno que se perpetúan a sí mismas a través de diversos mecanismos de cooptación y con criterios de fidelidad jerárquica. Cualquier proceso que rompa ese statu quo supone una amenaza para la dirigencia sectaria. La desconfianza hacia la elección directa de los candidatos por las bases se sostiene en España con argumentos sobre el supuesto recelo que la opinión pública siente hacia las querellas familiares en política, pero en realidad se trata de un miedo cerval a la pérdida del principal resorte de cohesión interior de las organizaciones partidistas, que es la obediencia.
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Abrir a los militantes la posibilidad de elegir a su candidato implica someterse a unas reglas fuera de control, mucho menos manejables que las de un congreso.
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Al menos en Europa, las primarias casi siempre castigan a los aspirantes oficialistas, los protegidos o patrocinados por la estructura dominante del partido. Es un fenómeno para reflexionar sobre la esclerosis de la vida orgánica y la falta de cauces efectivos de sensibilidad popular. Es cierto que esta clase de confrontaciones conllevan un desgaste y dejan heridas, y a menudo desembocan en una cierta política espectáculo. Pero más desgaste tiene para el sistema el ejercicio de una representatividad orgánica ficticia y, en todo caso, siempre será mejor el espectáculo de la libertad que la función endogámica de unos chamanes reunidos a puerta cerrada. La vida de nuestros partidos está anquilosada por la sumisión, viciada por la servidumbre. Al sufragio universal sólo le pueden temer quienes menosprecian la cordura del pueblo.

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