sábado, 28 de diciembre de 2013

Estambul

A Istanbul suelen llamarla Bizancio o Constantinopla aunque si lo prefieren pueden llamarla también Nueva Roma.

Lo que sigue pudo haber sucedido ahí, en la que fuera capital del antiguo Imperio Romano de Oriente.

"Que lindo es dar buenas noticias" dijo el premier cotur  mientras comunicaba la tercer renuncia en su gabinete relacionada con hechos de corrupción, al parecer uno de sus subordinados le dio a la maquinita de imprimir billetes, lo canjeó en dolares y los depositó en algún lugar del globo a su nombre.

"Necesidades de readecuación ministerial" adujo, mal disimulaba de esa forma que la causa era la inmensa presión ejercida por la "opinión pública", lo mas parecido a la conciencia que tienen los gobiernos mas o menos conscientes.

Ensayó también un ataque a los medios de comunicación que se hacían eco de la noticia balbuceando algo de "amplifican la voz de los sectores hegemónicos" que sentirían miedo porque su administración continúe profundizando la transformación que ha encarado. Según el parecer del mandatario lo que molesta a la alta burguesía son las reformas que llevan felicidad al pueblo como la asignación universal por turquito o turquita que es recomendada hasta por los organismos internacionales de crédito, y porque incluye a los marginados, redistribuye la renta a favor de los desposeídos y no permite que el Estado sea instrumento vil de sus negociados, y cierra la perorata afirmando que ya les había avisado que no iba a ser garante de la rentabilidad de las corporaciones aunque lo presionen echando barro sobre la probidad de los miembros de su gobierno.

A Estambul,  Ankara e Izmir no les hizo falta ni corralito, ni tormentas de verano, ni cortes de luz para inflamarse, con la disociación entre palabra y actitudes se les llenaron las bolas y las peludas y salieron a la calle a protestar (otra vez).

En el Parque Gerzi se escuchaba a la multitud corear "soborno por todas partes, corrupción por todas partes", mientras tanto en el Palacio de Gobierno el funcionariato se prepara para las vacaciones de invierno y se convencen a si mismos que  la oligarquía no dejará jamás de hostigarlos. Escuchan como susurro a la turba corear consignas que van en contra de sus mismos intereses y se preguntan cuando dejarán de repetir el sentido común de las clases dominantes. "Son presos comunes que claman por la pena de muerte" sugirió un periodista militante en el programa de culto del oficialismo y los otros panelistas elogiaron su ingenio.

La batalla cultural es un buen negocio para las corporaciones en Estambul y no solo para los editores de libros.

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