Les duele y ¿no se porqué?, para muchos cualquier pejotista (y alguna vez Chacho lo fue) no puede tener nada que ver con la fundación de una nueva idea de la política que juran es el EDE (no voy a ser yo quien les pinche el preservativo, digo el globito a estos chicos).
Lo cierto es que “cuando Chacho se fue del justicialismo por el fracaso de la renovación, lo hizo con dos premisas de innegable filiación peronista: 1) construir una fuerza política con real vocación de poder, y 2) formular una propuesta que reflejara la confluencia de intereses entre los sectores medios y los populares”. Lo logró a medias, pero esas eran sus intenciones.
Digo a medias por que siguió la suerte del progresismo, que en sus distintas versiones fracasó desde el 89 para acá por no poder resolver –o resolver muy mal- 2 grandes problemas:
1) el bajo techo electoral.
2) la construcción mediatica.
La combinación de ambos factores potencian los defectos y dá lugar a la proliferación de caciques y la consecuente interna que -no es invento del peronismo- se zanja en la elección general: partido progresista “A”, 2%; partido progresista “C”, 1%; partido progresista “C”, 0,4%...
El derrotero de Chacho y sus ideas explica bastante el hoy del sabatelismo.
Chacho “en 1991, 92, caminaba. Barrios, clubes, sociedades de fomento. Gramática: pobreza, igualdad social, anticapitalismo, deuda externa. Engorde electoral. Primeros errores. 1995, 96: de la calle al estudio de TV. Gramática: Corrupción, calidad institucional, distribución del ingreso, estabilidad monetaria, corrupción, anti-menemismo, denuncia penal, corrupción. Chacho se va descentrando, se amolda a un discurso que deja de interpelar lo popular, su proyecto pierde grosura política, se vuelve insípido.
El frepasismo pierde también su discreta pero existente base militante (mucho mayor que la que hoy puede ostentar la suma centroizquierdista), a favor del fogoneo mediático de su figuras candidateables. Pastilla de cianuro: unión con el radicalismo.”
Cierra allí la construcción con base y limites dentro de los sectores medios, aisla el proyecto policlasista y asi es funcional a los poderes fácticos. Cada sector tiene sus propias virtudes y sus propios defectos, una característica de los sectores medios urbanos es hacerle análisis de orina y sangre a todos los que vienen, “no sea cosa que me contaminen” y otra cualidad es su renuencia a reconocer la perfectible esencia humana, es decir que estos sectores se ven a si mismo prístinos, incontaminados, fríos ante las tentaciones, cuando a todas luces son el mismo rosario de (virtudes y) defectos que cualquier otro grupo humano.
Claro, el proyecto chachista es apoyado tambien por algunos desencantados del peronismo menemista, pero esa conformación, esa exclusividad en cuanto al origen social de la dirigencia, hace que los sectores populares intuyan prontamente que algo ahi no funciona y lo que nace no es peronismo, deja de serlo para convertirse en parte del abanico anti-peronista.
En la misma senda se inscribe patéticamente el sabatelismo, subió creando mitos que no tuvieron asidero en la realidad y llevando al paroxismo los mismos prejuicios de determinados sectores sociales que mantuvieron en el poder al combatido Juan Carlos Rousselot.
Nació denunciando el clientelismo del peronismo, el carácter mafioso del peronismo, el asistencialismo del peronismo, la existencia de un ignominioso aparato peronista, la corrupción del peronismo, etc. Denuncias tan parecidas a las consignas que proclamaban los defensores de aquella sedición triunfadora que se llamó “Revolución Libertadora” y que, por supuesto, no fue ni una cosa ni la otra.
“Bajo el taquillero manto del denuncismo, el progresismo cultural evolucionó de la nota periodistica al partido político, con el peronismo menemista como cómodo puching-ball que garantizaba la homogeneidad ideológica del espacio progresista. Esto hizo posible que durante los noventa muchos se entusiasmasen con el “cambio ideológico” de Mariano Grondona, y que su audiencia se elevara considerablemente bajo los postulados de la “resistencia progresista” al menemismo.
El discurso anti-corrupción se transformó en el santo y seña de las fuerzas progresistas mediático-políticas, y no fueron pocos los que se solazaron con un libelo profundamente gorila como Pizza con Champán de Silvina Walger.
Eran los buenos viejos tiempos en los que la condena al peronismo estaba facilitada por su viraje “a la derecha” a manos de Carlos Menem. Un tiempo que permitió la lenta germinación de un discurso centroizquierdista que amontonó conceptos y hechos diferentes como equivalentes: así se homologó corrupción a asistencialismo, a sindicalismo, a negrada suburbana a erradicar en cuanto prácticas sociales y políticas “reprochables”, porque no son las propias de una república cualificada institucionalmente, y finalmente, todo ello se homologó a peronismo.
La oposición al peronismo menemista “por izquierda” vino a reafirmar su antiperonismo en la raíz esencial y subterránea del antagonismo histórico nacional: lo que Rodolfo Kusch visualizó en el odio que se subsume en lo racial, lo negro, la masa, la otredad latinoamericana como objeto de obsesión del pensamiento ilustrado, civil, blanco.
Con los matices que puede ofrecer la historia, el hilo conductor del conflicto sigue siendo el mismo, y los conceptos instalados por el relato progresista noventista remiten estructuralmente a lo indecible que habita en el “otro”, llamado para la ocasión peronismo mafioso y corrupto.”
“La oposición al peronismo menemista “por izquierda” vino a reafirmar su antiperonismo en la raíz esencial y subterránea del antagonismo histórico nacional: lo que Rodolfo Kusch visualizó en el odio que se subsume en lo racial, lo negro, la masa, la otredad latinoamericana como objeto de obsesión del pensamiento ilustrado, civil, blanco.
Con los matices que puede ofrecer la historia, el hilo conductor del conflicto sigue siendo el mismo, y los conceptos instalados por el relato progresista noventista remiten estructuralmente a lo indecible que habita en el “otro”, llamado para la ocasión peronismo mafioso y corrupto.
Ese discurso que estableció que todo intendente del Conurbano encubría a un potencial traficante de drogas.”
Ahora y habiendo presentado ya números que demuestran la inexistencia de un “exorbitante” plantel municipal en tiempos peronistas, pregunto ¿existió alguna vez el “prebendario y clientelístico” aparato peronista en Morón? o es solo un mito impuesto por la mendacidad de la vieja politiquería que busca enlodar al peronismo.
Alguna vez dije que el sabatelismo es en cierta medida una reivindicación de la política con marketing anti-político que es lo que pedía una parte de la sociedad.
Confieso que me equivoqué sentimiento, discurso y gestos van de la mano, es antipolítica pura. El sabatelismo es tan parecido al macrismo que podrían tener la misma matriz y el mismo destino.
http://desiertodeideas.blogspot.com/2009/02/cria-cuervos.html