miércoles, 4 de noviembre de 2009

Reforma política -prolegómeno-

¿Mussa puede ser Presidente?, ¿por que no?
¿Alguien puede llegar a la Corte Suprema de Justicia sin haber ejercido al menos un par de años como abogado?, ¿Por qué no?
En lo que respecta al político individual los romanos instituyeron el llamado cursus honorum. para evitar que se le cuele uno que no esté a la altura requerida para el cargo.
La carrera política durante la República (oligárquica) Romana recibía el nombre de cursus honorum. El cursus honorum establecía el orden y la jerarquía por la que se regían las magistraturas romanas, así como el modo de cumplirlas. Era una estructura de ascenso rígida y legislada, que establecía los requisitos mínimos que había que tener para acceder a dichos cargos.
Básicamente la idea era de que en Roma no cualquiera
podía ser el conductor de la cuadriga estatal.


¿Puede extenderse la idea de cursus honorum a los partidos políticos?
Es decir podemos hacer valer el cursus honorum también para aquellos equipos de gobierno reunidos por determinada identidad política. ¿Tienen que ganar experiencia y pagar derecho de piso antes de lanzarse a un peldaño más alto del que ocupan actualmente los partidos?.
¿Por que va a haber tanto requisito para presentarse en una elección?, la democracia es tolerancia, es pluralidad, ¿una reforma que elimine partidos no es antidemocrácia?
Ahora muchos van a empezar con todos estos interrogantes olvidándose que durante mucho tiempo incentivaron la proliferación de la oferta electoral, hasta convertirla en una feria de vanidades. El límite llegó cuando el elector de Avellaneda entraba al cuarto oscuro con la cabeza limada por una campaña en el que se cruzaban los discursos y manganetas de los 90 candidatos porteños con los 156 bonaerenses e iba con la idea de votar al candidato X que en realidad era porteño y por lo tanto no encontraba su boleta y menos revolviendo entre156 boletas de 6 cuerpos que había en el cuarto oscuro.
¿Y como llegamos a eso?
Cuando regresó la democracia en 1983, no había seguridad acerca de la duración del periodo que se abría. La expresión de deseos era que fuera lo más largo posible.
Se dieron todas las facilidades a todos los que quisieran para que se incorporaran al circo electoral, con tan pocas trabas como las que pone la ley del nombre en Uruguay.
Cualquier golpista de antaño o cualquier golpeador de puertas de cuarteles de antaño podía presentarse ante las autoridades electorales e inscribir su sellito. Sencillamente por que era mejor tenerlo adentro del sistema que atentando contra el.
Proliferaron entonces sueños, esperanzas, vanidades, rebusques, negocitos, etc. El sistema de partidos y el proselitismo electoral tornaron s e ingobernables, por que a esa inflación de sellos y la laxitud en la permisividad de los "manchanchos" se le sumó la desidia y flexibilidad del sistema para dejar pasar una enorme cantidad de prácticas que fueron relajando aún más el asunto y reforzando la desconfianza ciudadana.
Ha pasado más de un cuarto de siglo desde aquel momento germinal, tal parece que ese miedo al golpismo se disipó. Hoy se promueve la regularización de tamaña desmesura.
Poner orden, simplificar al menos el número de visiones del país. Hacer de la política en partidos políticos nuestra versión aggiornada y adaptada a nuestra idiosincrasia de aquel viejo cursus honorum.
Muchas expectativas depositadas en un texto legal. Estos cambios se imponen desde un Pacto,
como el que dio a luz la Ley Saenz Peña o el Pacto de Olivos. Yo acá aún no lo vi, salvo que no esté y no lo quieran hacer público, deben buscarse esas “bases y punto de partida” o ese “núcleo básico de coincidencias”, antes de que empecemos un poroteo que, en este caso, no nos va a llegar a ningún lado.
El gobierno tiró el proyecto ahora empieza la negociación, negociación del punto de partida que es la ley. No nos rasguemos las vestiduras defendiendo puntos que están puestos o no están en la letra del proyecto justamente para ser aceptados si la otredad acepta sentarse a negociar y después comprometerse a respetar la voluntad de la mayoría. Cualquier cambio tardará al menos una década en hacerse carne de la clase política y de la ciudadanía que reclama el cambio.


Mercedes Sosa, "Canción de las simples cosas"

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