martes, 4 de julio de 2017

La candidata es el único proyecto.

"Lo nuevo no puede ser igual a lo que había" describe Ezequiel Meler y concluye con un interrogante que solo las urnas responderán plenamente.

Cristina Kirchner sabe que ésta puede ser una de sus últimas jugadas, al menos en el ciclo histórico que comenzó con su ascenso fulgurante a un poder del que no se despidió nunca, no del todo. No negocia nada, elige nombre por nombre. Los intendentes no le merecen confianza, tampoco los sindicalistas de la CGT. Los peronistas en general la han defraudado con sus dudas. Algunos son tan ambiciosos como para querer diseñar su propia carrera. No, ella no quiere delfines, no todavía. Quizás nunca los quiera. Elige entonces apoyarse en muchos aliados y militantes del llano, con vasta experiencia como segunda o tercera línea, pero sin representación concreta. O, si se prefiere, con una representación invertida, como la describía Botana: no de las bases ante el liderazgo, sino del liderazgo sobre las bases. Entramos de lleno en la política después de los partidos. Lo que importa es el candidato. El que decide es, también, el candidato. Suyos son los votos. ¿Por qué no serían suyas las condiciones?
La ruptura está consumada. Cristina Kirchner ha abandonado el sello del Partido Justicialista para competir con su propia armada en octubre. 
Cristina dice querer ampliar las bases de sustentación, elevar la mirada. Ha adoptado con mucho entusiasmo la lógica del marketing político, como demostró en Arsenal. Aprendió del enemigo, pero no para copiarlo, sino para mejorar su propia propuesta. Arsenal fue, todavía, un acto político. Pero casi no hubo columnas con banderas. El formato 360, el desfile de los castigados por el modelo macrista. Y ella, la única que puede revertirlo. Ella, ante una multitud de rostros anónimos. Rostros que representan muchos otros rostros. Ella, solo ella. Las trompetas que suenan pueden ser las últimas. Y en la hora final no confía en casi nadie. Este es su último intento por no salir del escenario, por no perder centralidad. Como dicen que le dijo a Randazzo en aquella cumbre final, “somos la gente y yo. Nada más.”
¿Podrá ella sola?

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