Sr. Domínguez.- Gracias, señora presidenta, y señor presidente de mi bloque por permitirme hacer uso de la palabra. No lo hago habitualmente, pero soy clase 1963, y en 1982 fui movilizado al teatro de operaciones del Atlántico Sur. Junto con diez grupos de artilleros nos mandaron a Malvinas. Yo pertenecía al grupo 10, pero cuando fue el grupo 9 se cortó la comunicación y no pudimos viajar.
Con algunos ex combatientes que trabajan en el Congreso recordábamos –es inevitable hacerlo‑ lo que sentíamos por esos días. Teníamos dieciocho años y nunca habíamos disparado un solo tiro, pero la verdad es que sentíamos que valía la pena ir a pelear a Malvinas, que la vida tenía un sentido trascendente porque nos convocaba una causa social que nos superaba.
El fuego que sentíamos en nuestro interior era una mezcla de miedo y de lo que sentíamos por la distancia respecto de nuestros padres dado que era la primera vez que nos separábamos de ellos. No sé si era el cansancio, el miedo o la angustia, pero había una causa convocante que latía en nuestros corazones, y no fue un sentimiento individual sino algo que compartimos con todos los compañeros de mi generación.Yo perdí amigos de mi infancia, de toda la vida, en el hundimiento del crucero General Belgrano. Compañeros míos que estaban haciendo el servicio militar fueron a las islas y volvieron con muchísimas alteraciones. Fuimos a Malvinas como héroes y volvimos como traidores, muchos de nosotros enfermos de hepatitis y distintos virus ‑yo estuve seis meses en cama al volver‑, y después al salir a la calle lo sentimos con mucha vergüenza.La verdad es que si entonces nos hubieran dicho que la dirigencia política argentina en algún momento de la historia de nuestro país iba a poder unificar una posición común en la defensa de una causa nacional, nos habría parecido una utopía. Hoy, tras casi treinta años de democracia, este Congreso antepone la patria, la causa de Malvinas, por sobre cualquier interés.Muchos de nosotros y los excombatientes de Malvinas aquí presentes deben sentir que aquel sentimiento que nos movilizó ‑de angustia, de impotencia y de recuperar lo que es nuestro‑ valió la pena. Por eso quería hacer uso de la palabra, para decir que la política argentina está interpretando el sentimiento mayoritario de nuestro pueblo. Es cierto que la política exterior constituye un testimonio. Si creemos en la nueva cultura y la civilización, que es el diálogo, la negociación, el entendimiento, como única forma de resolver los conflictos de la sociedad, no tenemos otro camino que el de dar testimonio.Podríamos haber sido mezquinos e incluido en este debate razones particulares; sin embargo, en todos nosotros estuvo presente la idea de patria. Hoy es un día en el que le respondemos al pueblo argentino con la expresión máxima de la política: somos intérpretes de la voluntad mayoritaria del pueblo.¿Saben el dolor que sentíamos cuando veíamos a los países hermanos que ayudaban a los ingleses? Esto no pasa en la Argentina después de treinta años de democracia. Los países del Cono Sur, del Mercosur, de América Latina, de la CELAC y de otras latitudes rechazan el colonialismo del gobierno inglés. Evidentemente, este es un avance de la democracia.Muchas veces cargamos en nuestro haber dolores, angustias, críticas y nos auto-flagelamos; pero también debemos decir las cosas por su nombre. El Congreso está hoy a la altura de las circunstancias de lo que demanda el pueblo argentino. Por eso la lucha, los momentos duros, la angustia, las tristezas valieron la pena. Digo esto como parte de una generación, la generación de Malvinas y la de la democracia. En el año 1983 votamos por primera vez, y hoy siento que los argentinos recuperamos lo que nunca debimos haber perdido: sentirnos parte de un destino común. La causa de Malvinas valió y sigue valiendo la pena.Honestamente nunca imaginé en mi vida de militante que iba a presidir este cuerpo. Agradezco al peronismo, a la democracia, a la señora presidenta por la confianza delegada, y a cada uno de ustedes.Propongo que en una resolución conjunta resolvamos colocar alguna placa que diga que las Malvinas son argentinas ‑previa consideración por parte de las autoridades de los museos nacionales y evaluación de la arquitectura‑ para demostrar al mundo que la comunidad política argentina defiende lo que le es propio y nunca estará dispuesta a ceder: la soberanía de las islas Malvinas.
Todo lo que aquí se diga no tiene la intención de echar tierra sobre hombres y mujeres que de alguna manera llevan sobre sus espaldas el peso de haber sido protagonistas en los últimos tiempos; por el contrario ser nombrado significa que ha estado, y el protagonista es el que cuenta, en el peronismo el que se preservó o se borró carece de la consideración de sus compañeros. Todo lo expresado en este blog puede ser reproducido con la sola condición de citar la fuente.
lunes, 26 de marzo de 2012
"volvimos como traidores"
Fue una gran sorpresa para una gran mayoría de los diputados presentes en la sesión del miércoles. Julián Dominguez, el presidente de la Cámara, confesó su condición de soldado argentino combatiente en el teatro de operaciones Islas Malvinas. Se bajó del estrado, pidió autorización para hablar y lo hizo asi
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2 comentarios:
Cómo me hacen reir los Anónimos. Lo que le quería proponer es que defina de una puta vez si usted es operador (el más grande de la Argentina por lo que leo en los Anónimos) o es servicio.
PD. Y cuándo nos reunimos?
Agente 99, esperemos unos dias que los cheques vienen atrasados. Será en la sede de Control, en voz baja y con el cono de silecio. No se olvide de su zapatofono.
Un beso y un abrazo
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