Fueron siete segundos. Casi a las nueve de la noche del 15 de enero de 1944 San Juan –y el país– sufrían la tragedia natural más grande de la historia argentina. Un terremoto de 7,4 grados en la escala Richter daba vuelta literalmente la ciudad: 100 mil personas sin techo, 10 mil muertas, más de mil niños huérfanos y todo lo material hecho escombros fue el resultado. Lo primero que se le ocurrió al integrista católico Pedro Pablo Ramírez, presidente de la Nación por entonces, fue hablar de castigo divino. “Es la prueba que el todopoderoso nos envía como reparación de pasados errores”, dijo entre ruinas, horas después. Para cierta parte del Grupo de Oficiales Unidos que había tomado el poder en junio de 1943, un terremoto no era un accidente geológico sino una advertencia de Dios contra las desviaciones morales y políticas de la sociedad. Es más, cada muerto de San Juan operaba, para tan particular cosmovisión, como una ofrenda sacrificial “por los pecados de la Argentina liberal”. Juan Domingo Perón, sagaz y práctico, gambeteó con astucia los delirios de sus coyunturales camaradas y exigió manos a la obra. Pidió llevar los auxilios necesarios y proceder a la inmediata reconstrucción de la provincia. Y recibió el primer tren de refugiados con soluciones y alguna sonrisa. “Más que exhortar a la gente a arrepentirse y someterse, Perón los llamó a movilizarse para rehacer el país”.
El gringo Healey tira una linea piola. Antedata el momento liminar del peronismo y su mito fundante al terremoto de San Juan (1944) ("Perón los llamó a movilizarse para rehacer el país” algo similar a los "caballeros de la mesa redonda", o el "viaje del Mayflower") y habla del 17 de octubre (de 1945) como una replica del movimiento tectonico. Cambia el enfoque y nos dirige sutilmente a la auto critica y hacia una mirada madura de nuestra biografía colectiva.
I N T E R E S A N T E
“Lo de Perón fue una mezcla de pensamiento estratégico, habilidad conspirativa y atractivo popular”
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-26047-2012-08-06.html
Mark Alan Healey es norteamericano, hijo de predicadores evangelistas. La vocación misional de sus padres hizo que recalaran en Argentina entre 1977 y 1979. Healey, de 44 años, hizo tres años de la escuela primaria acá. Aprendió el idioma con la capacidad de absorción que tienen los pibes y hoy habla un castellano perfecto si así puede definirse al que porta los modismos, las muletillas y el acento de los porteños. Volvió a su país, estudió arquitectura, tiene un grado en Berkeley. Luego viró al estudio de la historia y se especializó en la intersección de arquitectura, historia y política que es el terremoto de San Juan. Un cruce que él considera borgeano, “uno transita caminos que están preparados, sin saberlo”.
A partir del terremoto, sin casarse con prejuicios locales, Healey construye un microcosmos de lo que fueron el peronismo, su oposición, el estado populista, la relación entre el justicialismo y los poderes políticos provinciales. Ese aleph no tiene por qué ser un relato confortante para quien propone visiones maniqueas o monocolores. Los peronistas encontrarán incómodo lo que relata acerca del manejo de los fondos y la frustración de una obra pública magna. Los críticos del populismo deberán hacerse cargo de un fresco costumbrista (digno de Arturo Jauretche) acerca de la relación entre los peronistas, los contreras y los sectores populares, expresado en las tres respuestas referidas a la Fundación Evita. http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/subnotas/71080-23087-2006-08-07.html
Mark Healey es autor del libro "El peronismo entre las ruinas" (Siglo Veintiuno Editores).
Ob
También, de 2006 entrevista de Mario Wainfeld
http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-71080-2006-08-07.html
Seccción "Vintage"
Aquelarre: MILAGRO DE PUEBLO" con sutiles toques beatleristas
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