Qué romper, para continuar

Viajo en el Sarmiento y no somos pocos.

Pero no es para decirles esto que tecleo sino para darle carnadura a algo de lo que hablaba en un posteo Mendieta.

"el liderazgo unipersonal, con férrea disciplina hacia abajo, concluye por eliminar a los más aptos y conformar una burocracia de obsecuentes"

Si alguno viaja en tren, digamos de Once a Moreno (principio y fin de recorrido) puede darse el lujo de dormirse que al final alguien lo va a despertar, pero si va hacía una estación intermedia, ponele Floresta, Villa Luro, Ramos Mejía, Castelar o Paso del Rey entonces debe viajar atento ya que el servicio no cuenta con avisos de "próxima estación".

 

Antes había carteles indicadores de las estaciones, los vidrios eran como los de auto, dobles y transparentes, los carteles fueron desapareciendo y las salvajadas de algunos pelotudos determinaron que las ventanas tuviesen acrílico, material que con el correr de los días (ojo que no dije tiempo) se opaca, cuesta divisar las señales de cercanía de una estación identificada por un hospital, un puente, una estación de servicio, unos travas en la esquina, una concesionaria de autos, que se yo, pero uno se las arreglaba.

   

Una solución de sentido común (hegemónico o contrahegemónico) hubiese sido agregarle una voz (aguda, de mujer) a los coches que diga "proxima estación: Haedo" pero no, le agregamos plasmitas. Meta 678, por suerte no se escucha un carajo que sino "arde troya", no hay nada mas piantaadhesiones que ese programa en el marco de un Sarmiento hasta las tetas de suicidas que se les ocurre viajar los dias de semana.

Encima como algunos se dieron cuenta que en cierta parcialidad se hace carrera chupando culo a siniestra y siniestra, es lo que hacen. Sacan número a ver cual se destaca haciendo el más osado anilingus. Los resultados, las soluciones, la efectividad, la eficiencia no cuentan. Lo que cuenta es una mal entendida "lealtad al modelo". Murió una parte importante de la militancia en sintonía con un `proyecto que es demostrar que ese proyecto mejora sensiblemente la vida de los demás, allí donde te toque. No importa si el lugar (tu puesto de lucha) es de primera o estás al borde del trasero en importancia, importa tu vocación de servicio.  

Pero no, lo dije mil veces, algunos pretenden que los 40 millones de argentos se pongan incondicionalmente a rendirle pleitesía a un determinado modelo. No saben, no quieren  o no pueden entender que es uno el que debe estar a disposición de la sociedad.

 

Y de allí manan las cagadas marca cañón. Pequeñas cagadas, como está que pongo de ejemplo, pero que junto a miles de pequeñas cagadas hacen de una buena gestión, un cagadón.

Sobre el filo del 2011 a alguno se le ocurrió plotear el tren doble piso, con aire acondicionado y todos los chiches con los rostros de Kirchner y el Comandante Bolivariano. Todo bien, buen gesto, lo mio no es discutir en clave republicanista.

 

Pero, notese en la imagen que para dejar las ventanillas libres el ploteo debería haberse interrumpido cercenandole la carótida a Nestor y la mitad de la face a Chavez. 

"Ups", dijo el alcahuete, "que cagada, si lo dejo la gente se queda a ciegas dentro del vagón y si se la saco le borra parte de la bocha a los dos".  ¿Lo saco, no lo saco?, deshojando la margarita estaba el succiona-pantymedias que al final se convence a si mismo de hacer lo correcto: "No lo saco una mierda, de última que pasen de largo. Es un pequeño sacrificio personal y no se ofende a quienes nos dieron tanto" (aplausos).

 

Y así anduvo la cosa, hasta que después del accidente ferroviario de febrero alguien (¿ferroviarios, pasaje?) liberó la visión, quitando esas partes de las gigantografías.

Parecen haber olvidado que se maneja (aún en pequeña escala) una parte del estado y que este debe   intervenir solo activa y eficazmente. Si -como apuntaba un amigo- no se maximiza la calidad de gestión en la órbita publica o no se entiende que es uno que está al servicio de la gente y debe mostrar como gestor estatal un nivel de operatividad mayor aún al de la actividad privada o exigirle a esta (las dichosas concesiones) que cumpla no con lo mínimo sino elevandole la vara lo mas posible, es que directamente uno no está para esto.

Volvemos, para terminar este escrito, al inicio repitiendo que es esa "burocracia de obsecuentes" -y en muchos casos, además, ineficientes- la que nos molesta y es a estas alturas un problema que hay que erradicar. La solución pasa por ir definiendo los términos de esa tensión "ruptura-continuidad" de la que venimos hablando y actuar en consecuencia, como se ha hecho otras veces.