En 1994, cuando Menem y Alfonsín idearon el sistema electoral que consagró la nueva CN, dijeron: la política da herramientas para construir esta clase de mayoría, si no lo hacés tampoco vas a tener una hegemonía que sostenga los números, ergo no podés ganar. Entre los deseos sostenidos del credo bipartidista, se filtraba la frialdad realista de las claúsulas que auguraba y (se) “anticipaba” (a) los problemas que iban a sufrir el peronismo y el radicalismo en el 2001.En un sistema político más ríspido y volátil frente a la estabilidad moderna bipartidista que se desvanecía, el 2001 terminó de sellar el vínculo electorabilidad-hegemonía como activo para gobernar la Argentina: con uno solo no alcanza, porque las “idiosincrasias” de la materia prima (el electorado) se fragmentan, son menos estables.Una comprensión inexacta del vínculo electorabilidad-hegemonía explicaron el triunfo y caída de la Alianza en 1999, y desde un lugar menos traumático pero no menos elocuente, el muy flojo segundo mandato de Cristina después de alzarse con el 54% de los votos. Una comprensión más exacta de ese vínculo le permitió ganar y gobernar a Kirchner en 2003. Luciano Chiconi
Completo en el blog de culto del massismo idem clicando aqui:
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Feliz día a las trabajadoras y los trabajadores
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