miércoles, 26 de septiembre de 2012

Esta Varela no cambia más che

Leemos a Paula Varela...
En el post de hace dos semanas, decíamos que el principal problema de sucesión del kirchnersimo es que no llegó a ser un “cuarto peronismo”. Si el primer peronismo (el del 45) fue el de la “ciudadanización” de los trabajadores y las masas (y así selló con sangre la lealtad entre trabajadores y peronismo), y el tercero (el menemismo) fue el de la “des-ciudadanización” (o sea la ruptura del pacto de lealtad, y con él, del bipartidismo en Argentina), el kirchnerismo pasó sus años de gloria (las tasas chinas) sin crear una nueva ciudadanía para las masas no por torpeza, sino porque su función era justamente esa: acusar recibo del cambio en la relación de fuerzas entre las clases que significó diciembre de 2001, al tiempo que licuar ese cambio manteniendo lo más posible la “desafiliación”de los ’90.

Primera conclusión parcial, el efecto homogenizador y protector por parte del Estado a través de las negociaciones colectivas se traduce en lo siguiente: homogenizar muy por debajo de la canasta, y dejar librado a la relación de fuerzas particular la negociación de montos salariales que pueden significar desde subas ínfimas a ese “bajopiso”, hasta la duplicación salarial. He aquí una de las fragmentaciones centrales del kirchnerismo: una inmensa mayoría de trabajadores registrados que rondan los $4000 (actualizados a hoy por inflación); y una ínfima minoría que alcanza y supera la canasta familiar.
En esa dinámica de bajopiso + fragmentación, entran a jugar un papel central los techos salariales pactados con las cúpulas sindicales de 2007 en adelante, cuando empieza a tallar la inflación. Separar las negociaciones colectivas (como política de Estado virtuosa), de los techos salariales (como táctica de coyuntura dudosa), es como separar la forma del contenido. No va. Porque son justamente los techos salariales (para los que fue indispensable Moyano) los que permiten comprender que lo que en la ley es un piso, en los hechos es un techo. Los salarios básicos negociados en los acuerdos colectivos operan como techo par la inmensa mayoría de trabajadores y como piso para una ínfima minoría. La política de Estado en materia de negociación salarial fue centralizar un bajopiso garantizado por el techo salarial pactado con las cúpulas sindicales, y descentralizar negociaciones parciales que le permitieran pactos con sectores productivos (grandes empresas monopólicas, beneficiarias a su vez de subsidios millonarios) y con burocracias particulares como la de Moyano que, como dijimos antes, armó un entramado de beneficios particulares.

Segunda conclusión parcial: la perpetuación de un alto porcentaje de negociaciones por empresa, lejos de ser un dato marginal, pasa a ser un dato central de una lógica de fragmentación aplicada sobre una homogenización de salarios devaluados. En esta lógica de fragmentación, tallan los sindicatos que intentan su base (núcleo duro) en la minoría que supera los $4000 promedio (actualizado a hoy por inflación). De allí que, en el conflicto de este año, Moyano haya tenido como preocupación (y consigna central) el impuesto al salario. Pero esta lógica de fragmentación trae dos problemas a las cúpulas sindicales respecto de su base de representación: a) la minoría “fidelizada” es realmente minoritaria; b) al cobrar tanta importancia la negociación por empresa (que es la que puede romper el techo de las paupérrimas 4 lucas), le abre el campo a la reorganización sindical en el lugar de trabajo, y en ese campo…. Florece el sindicalismo de base. 

Tercera conclusión parcial: el altísimo porcentaje de trabajo en negro, lejos de ser un efecto residual de los noventa, es una condición necesaria del “nuevo modelo de relaciones laborales” en la medida en que opera como variable de adaptación de la política salarial kirchnerista. Al principio de la recuperación económica, transfiriendo el costo de la “incertidumbre” a la espalda de los trabajadores permitiendo una gran incorporación de fuerza de trabajo al mercado laboral a bajísimo costo salarial y cero costo en caso de despidos. Hasta 2007, ampliando la brecha salarial entre registrados y no registrados para generar un importante sector de trabajadores por debajo de la recuperación del salario real negociada por convenio. De 2008 en adelante, intentando contener sin mediaciones al sector más precarizado de los asalariados, al tiempo que se endurece el tope a las negociaciones de los convencionados y se intenta quitar poder de fuego de las organizaciones sindicales.
http://eldiablosellama.wordpress.com/2012/09/26/aluminio-mata-teflon-tesis-2-post-de-paula-varela/




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y MA$$ITA VIENE A SER EL SUPERPIBE QUE NOS VIENE A SALVAR A TODOS, NO????

guido dijo...

Mirá vo, los troscos. Me parece un gran análisis, del cual se desprende el límite en las posibilidades del moyanismo (o cualquier otro sector del MOO) para articular algún sujeto político que vaya más allá de la minoría fidelizada.

Diría varias cosas:

1)Coincido en que es necesario mirar juntos el aumento del piso con la imposición de "techos" (dejemos la canasta "básica" de $4000 pesos de lado). Creo que PV olvida en cambio (en un sesgo basista) que la fragmentación del mercado laboral no es independiente de la fragmentación (y las diferencias de productividad -aka:cuanta plusvalía embolsa el burgués maligno) de la estructura productiva. Así, y tomando como ejemplo a su odiado Hugo, ningún dirigente gremial va a ir con los botines de punta contra patronales que difícilmente lleguen a superar el piso/techo sin bajar la persiana. Es el caso de los acompañantes en empresas de logística que tercerizan en ferchos con mionca propio (capital de medio a un palo). Los acompañantes ganan alrededor del bajo/piso (por debajo del promedio de los camioneros) y en casi todas las seccionales el gremio tiende a buscar el blanqueo con el patrón/laburante aceptando que el salario no sea el de un chofer de YPF, o de un recolector de basura(que transfiere la cuenta al conjunto de los habitantes del municipio). No hacerlo sería favorecer la concentración (grandes empresas de transporte pisando pymes de laburantes) y provocar una fractura al interior del gremio (el patrón-laburante es un compañero y está afiliado). Un esquema similar puede extenderse a un buen conjunto de gremios. En ese sentido, creo que si bien es cierto que los pisos/techos deben mirarse en conjunto, la denuncia sobre el gusto a poco del piso expresa una mirada propia de delegado de base, que extendida a un dirigente (o a un funcionario) sería irresponsable. Y tiende a disvalorar la importancia de un piso. Notesé que no es objetivo explícito ni implícito de este gobierno y el marco ideológico que lo orienta la eliminación de la plusvalía, sino la creación de condiciones para que el capital y el trabajo discutan acuerdos "justos", atributo no cuantificable, variable, medio subjetivo y definido en la relación de fuerzas entre los actores. Y no se me ocurren relaciones de fuerzas en el mundo real que puedan desconocer la productividad marginal (la plusvalía mínima para que el chango no cierre) de las empresas. Las negociaciones por empresa (establecido el correspondiente piso) también reconocen esa realidad...

2)Es muy buena la observación sobre los límites (desde el punto de vista de las cúpulas) que los llevan a plantear como bandera el reclamo de una minoría (el "impuesto al salario"). Yo había comentado algo parecido en lo de Meler. Se equivoca, sin embargo, al suponer que eso implica un vacío de representación de base que el trosquismo estaría pronto a ocupar. Por el contrario, la radicalización de comisiones internas tiende a percibirse en empresas que pertenecen a esas minorías supuestamente "fidelizadas". Es decir, parecería más que el crecimiento T compite con Moyano (y otros) por ver quien está más indignado por el "impuesto al salario". Es decir, el efecto que PV espera en los encerrados por el piso/techo no se observa y, en cambio, la radicalización que "florece", lo hace entre la minoría "privilegiada", empleada por "grandes empresas monopólicas"..."subsidiadas". ¿Cómo no ver eso, digo yo, como una expresión más de la creciente indignación de un vasto sector de la sociedad con ingresos de medianos a altos? La razón podría ser el quedar encerrados en la distinción demodé entre trabajo manual/intelectual que lleva a los T a corres a liberar trabajadores que ganan más que sus madres, maestras ellas de escuelas públicas, o que ellos mismos, condenados a los magros ingresos que depara un título universitario obtenido en filo.