Por Luca Sartorio
Una de las discusiones que empieza a tomar actualidad de cara a la carrera electoral es la posibilidad potencial de encontrarse con un gobierno no-peronista en 2015. Un contexto de desgaste del oficialismo y un peronismo dividido en la pugna por la sucesión han llevado a parte del análisis político a considerar esta posibilidad.Clic para leer completo
La economía en situación recesiva, el crecimiento de Mauricio Macri en las encuestas y el conflicto al interior de la alianza UNEN por un eventual acuerdo con el PRO han puesto nuevamente el debate sobre la mesa: ¿puede un gobierno no-peronista ser electo en 2015?
Tal como lo señala Carlos Pagni, el colapso del radicalismo en el año 2001 condujo a la desaparición de la principal herramienta de representación de los sectores medios en el arco político y resulta sustancial para leer la hegemonía política del kirchnerismo durante la posconvertibilidad, en tanto conductor del subsistema peronista. Es en ese sentido que el surgimiento de UNEN y su potencial acuerdo con el PRO señalan un desafío inédito para el justicialismo en el último decenio, enfrentando por primera vez la voluntad política de unificar el universo panradical y marcando un punto de quiebre con la atomización que lo signó durante los últimos años. Sin embargo, más allá de su condición innovadora, resulta difícil imaginar una proyección presidencial de un armado conjunto entre la alianza UNEN y el PRO...En primer lugar, la conformación de una alternativa competitiva al justicialismo es también un incentivo a la organicidad del arco peronista...El massismo encuentra su ventaja comparativa en su catch-all potencial, en ser el único actor con capacidad de penetrar simultáneamente en voto peronista y no-peronista, lo que termina por plantear un particular desafío: ¿Puede el no-peronismo competir con un peronismo que en su horizonte tiene, singularmente, a la clase media?
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