Para algunos el 2001 fue leído como “vuelta de la política” (asambleas, nodos de trueques, participación), pero de algún modo en sus consignas también resultó la imagen de la gente sacándose a la política de encima. Remarcando una distancia entre vida y política que exige mejor representación. Sorprende el “silencio entre ellos”, decía la cronista de TN sobre los caceroleros que marchaban. Silenciosos, decía, bajo banderas sólo argentinas. Un montón de particularidades que no hacen sombra bajo ningún trapo: INDEC, 82% móvil, inseguridad, inflación, dólar. Y así, una zona de temas que se encadenan en su clima, en su prosa, que se mezclan, que invocan libertades, fascismos. El país se ha dado cien días de oposición. Veremos, pero no sólo de eso depende la vitalidad de esa energía. Quizás el 8N nos dice que desde 2001 para acá no todo cierra. Es el fin de ese ideal, un poco bipartidista, del gran equilibrio nacional. Nuestro orden, nuestra representación, incluye estas lagunas. No le tengo mucha fe a la oposición y claro que (como buen republicano que soy) me encantaría que se consume otro matrimonio político. Fuimos a la plaza en bici a “mirar” con el genial sociólogo y tuitero Tomás Borovinsky y vimos un montón de populismo en disponibilidad.
MR en http://revolucion-tinta-limon.blogspot.com.ar/2012/11/sociedad-y-estado.html
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