"Colectoras: atajo para primarias, pero con amenaza de emboscada"
En una primaria abierta como establece la ley, la estructura puede volverse insuficiente.
En paralelo, para los demás actores K -desde piqueteros hasta vertientes peronistas rebeldes o la juventud de La Cámpora- sumergirse en una primaria contra los caciques territoriales es puro riesgo: si no arañan el 25% requerido, los candidatos quedan fuera de juego para cualquier otra aventura.
Tienen adelante un biotipo político complejo: los intendentes rigen estados centralistas e intervienen en cada proceso de su distrito, por lo que buscan aplastar las rebeldías. Y son electoralmente poderosos: un paneo del conurbano muestra que casi ninguno baja del 40% en intención de voto. El grueso se ubica, incluso, entre el 45% y el 60%. El olimpo de ese ranking, que Julio Aurelio menciona como «intendentes premium», lo ocupan tres figuras que acumulan más del 70% de intención de voto: Sergio Massa (Tigre), Darío Giustozzi (Almirante Brown) y Gustavo Posse (San Isidro).
Con las minorías casi inaccesibles y alcaldes con buenos índices electorales -hay un par de excepciones-, las primarias son una aventura sólo para pocos. Pero, contra lo que recita la Biblia K, las colectoras están lejos de ser el atajo ideal.
Los salmos benditos sobre las boletas bis se basan en la experiencia exitosa de 2007, cuando varios colectores derrotaron a intendentes instalados. Pablo Bruera le ganó a Julio Alak en La Plata; Francisco «Barba» Gutiérrez, a Sergio Villordo en Quilmes; Darío Díaz Pérez a Manuel Quindimil en Lanús; Fernando Gray a Alberto Groppi en Echeverría; Giustozzi a Jorge Villaverde en Brown, y Massa a Ernesto Casaretto en Tigre, sucesor de Ricardo Ubieto.
ColectorasEn este octubre, las ofertas competitivas son contadas: y circulan, las principales, bajo el paraguas de Martín Sabbatella y su colectora provincial. Ese refugio tiene un triple encanto: jurídico -ofrece partido-; político -aporta perfil- y logístico -garantiza una boleta entera: desde presidente hasta intendente.
Los que, llegado el caso, quieran competir por fuera de la boleta del FpV, además, al margen de la de Sabbatella, deberán tener un sello, obtener el 1,5% de votos en la primaria -en Quilmes, para citar un caso testigo, se necesitan 6 mil votos-, conseguir que Carlos Zannini acepte su incorporación al frente y, aun así, competir con una lista más corta: con presidente y legisladores nacionales, pero sin candidato a gobernador y sin cargos provinciales.
Algo más: esa maniobra requiere, además, espalda financiera para superar exitosamente la primaria (sólo hay que computar cuánto cuesta armar un acto con tres mil personas para dimensionar cuánto puede costar montar el dispositivo para obtener seis mil votos) y, más aún, para luego competir en la general.
Ese doble filtro podrá desanimar a más de un voluntarioso.
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